Todavía no había amanecido en la calle del Ciruelo, pero en la casitablanca Sam y su mamá osa cocinaban pasteles para repartir entre todoslos vecinos.¡Sam estaba tan impaciente! No podía esperar a quesalieran del horno. Al fin, metieron los pasteles en doce bolsitas ysubieron a la camioneta. Cuando llegaron a la primera casa, mamá osale pidió a Sam que llevase la bolsa sorpresa hasta la puerta. Sam dudó temeroso. ¿Cómo iba a hacerlo él solo? Un cuento más delicioso quecualquier pastel, especialmente si se comparte en familia con una taza de chocolate caliente al lado.Las delicadas ilustraciones son de Anita Jeram, a la que que todosreconocerán por sus famosas liebres de color avellana del libroAdivina cuánto te quiero.Esta dulce historia habla del apoyo de los padres y el impulsoimprescindible que deben dar para que los niños ensayen sus primerospasos hacia la autonomía.